lunes, 2 de marzo de 2009


Ajo - Allium sativum
Oriundo de Oriente Próximo, se conoce desde la antigüedad tanto por sus propiedades como por servir de condimento en otras culturas como la egipcia, griega, romana y árabe. La planta puede alcanzar hasta los 50 centímetros de altura y cuenta con un tallo cilíndrico y recto que se curva después de la floración; sus hojas presentan nervios paralelos y son finas y planas en la parte baja; nacen de un bulbo subterráneo (la tradicional cabeza de ajo), que es la parte que se emplea. En personas muy sensibles puede producir molestias gastrointestinales, dependiendo de la dosis consumida, y en algunos casos incluso reacciones alérgicas leves con irritaciones cutáneas.
Se emplea como diurético, antiséptico, antifúngico, hipotensor, hipocolesterolemiante, antiateromatoso, antiagregante plaquetario e hipoglucemiante. Se usa también en la prevención de trombos. En la antigüedad se empleaba como bactericida en infecciones, cólera, difteria..., y se ha demostrado que puede emplearse satisfactoriamente para matar ciertas especies dañinas del tracto intestinal, sin afectar en absoluto las especies necesarias para su buen funcionamiento. Gracias a que elimina el aceite esencial a través del sistema respiratorio, cuenta también con propiedades balsámicas y expectorantes además de antisépticas. Por esta razón se ha empleado popularmente en casos de tuberculosis, gangrena pulmonar y tosferina. Posee cualidades rubefaccientes aplicado por vía externa y después de ser machacado.

Tinturas: De 20 a 40 gotas al día, repartidas en varias tomas.
Planta seca: De 0.4 gramos a 1.5 gramos al día, en varias tomas. En la actualidad existen preparados estandarizados en grageas, de doble recubrimiento para evitar malos olores y conseguir así un tratamiento regularizado y constante. Las dosis muy elevadas pueden ocasionar envenenamiento, con vómitos, colapso y convulsiones.

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